Vivimos una situación de alerta,
provocada por muchos problemas graves que afectan al planeta y a nuestro
ecosistema como la contaminación de agua, aire y tierra, agotamiento de
recursos naturales, crecimiento incontrolado de la población mundial, desequilibrios
insostenibles, conflictos destructivos, pérdida de diversidad biológica y
cultural. Esta situación surge debido a
ciertos comportamientos individuales y colectivos orientados a la búsqueda de
beneficios particulares y a corto plazo, sin atender las consecuencias de los
residuos que se vuelven contaminantes.
La mayoría de los maestros,
no hacen conciencia ante esta situación por lo que es preciso, asumir
la responsabilidad y sobre todo un compromiso para que toda la educación, tanto
formal como informal, preste atención a la situación del mundo.
Se propone lanzar una campaña
llamada Compromiso por una educación para la sostenibilidad, para incorporar
nuestras labores educativas cierta atención a la situación mundial existente
promoviendo consumo de alimentos responsablemente en relación a las 3 “R”,
promover el impuso tecno científico productos que favorezcan a la
sostenibilidad, sobre todo el compromiso de multiplicar las iniciativas
para implicar al conjunto de los maestros, con campañas de difusión y
concienciación en los centros educativos, congresos, encuentros,
publicaciones... y, finalmente, el compromiso de un seguimiento cuidadoso de
las acciones realizadas, dándolas a conocer para un mejor aprovechamiento
colectivo.
La sostenibilidad como revolución cultural, tecnocientífica y
política
El concepto de sostenibilidad surge por el nacimiento de una opinión
negativa, el cual da como resultado la situación actual del mundo, de acuerdo a
los análisis de dicha opinión pueden interpretarse que nos encontramos en una
etapa de alerta, determinada en una situación insostenible que amenaza
gravemente el futuro de la vida en la tierra.
“Un futuro amenazado” es, precisamente, el título del primer capítulo
de
Nuestro futuro común, el informe de la Comisión Mundial del Medio
Ambiente y del Desarrollo, conocido como Informe Brundtland (cmmad, 1988), a la
que debemos uno de los primeros intentos de introducir el concepto de sostenibilidad
o sustentabilidad:
«El desarrollo sostenible es el desarrollo que satisface las
necesidades de la generación presente sin comprometer la capacidad de las
generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades».
Los seres humanos siempre dependerán de la naturaleza, sin embargo ha
sido visto como signo distintivo de sociedades avanzadas, destruir para
avanzar, construir para crecer, años atrás ni si quiera se planteaba lo
valiosa que es la naturaleza y el ecosistema para nosotros, la naturaleza era
prácticamente ilimitada y se podía centrar la atención en nuestras necesidades
sin preocuparse por las consecuencias ambientales y para nuestro propio futuro.
Sin embargo han surgido señales alarmantes, de acuerdo a estudios
internacionales, donde la sociedad ni los políticos han hecho algo para llevar
actividades con responsabilidad ambiental y evitar poco a poco la
contaminación.
«El desarrollo sostenible requiere la satisfacción de las necesidades
básicas de todos y extiende a todos la oportunidad de satisfacer sus aspiraciones
a una vida mejor».
Esta es la razón por la cual las Naciones Unidas, buscan instituir en
una década de la educación para un futuro sostenible a todos los educadores
para que asuman un compromiso, con el fin de fomentar actitudes y
comportamientos favorables para el logro de un desarrollo sostenible.
Crecimiento demográfico y sostenibilidad
A lo largo
del siglo 20 la población se ha más que cuadruplicado. Y aunque se ha producido
un descenso en la tasa de crecimiento de la población, ésta sigue aumentando en
unos 80 millones cada año, por lo que puede duplicarse de nuevo en pocas
décadas. La Comisión Mundial del Medio
Ambiente y
del Desarrollo (1988) ha señalado las consecuencias: «En muchas partes del
mundo, la población crece según tasas que los recursos ambientales disponibles
no pueden sostener, tasas que están sobrepasando todas las expectativas
razonables de mejora en materia de vivienda, atención médica, seguridad
alimentaria o suministro de energía».
Alrededor
de un 40% de la producción fotosintética primaria de los ecosistemas terrestres
es usado por la especie humana cada año para, fundamentalmente, comer, obtener
madera y leña, etc. Es decir, la especie humana está próxima a consumir tanto
como el conjunto de las otras especies.
Como
explicaron los expertos en sostenibilidad, en el marco del llamado Foro de Río
+ 5, la actual población precisaría de los recursos de tres Tierras (!) para
alcanzar un nivel de vida semejante al de los países desarrollados. Puede
decirse, pues, que hemos superado ya la capacidad de carga del planeta
, es
decir, la máxima cantidad de seres humanos que el planeta puede mantener de
forma permanente. De hecho se ha estimado en 1,7 hectáreas la biocapacidad del
planeta por cada habitante (es decir el terreno productivo disponible para
satisfacer las necesidades de cada uno de los más de 6000 millones de
habitantes del planeta) mientras que en la actualidad la huella ecológica media
por habitante es de 2,8 hectáreas.
La población
mundial continúa incrementándose a marchas forzadas y en las regiones con menor
capacidad para garantizar la salud, la estabilidad y la prosperidad de la
población (...) El mundo debería adoptar un conjunto de medidas que
contribuyeran a estabilizar la población mundial, mediante decisiones
voluntarias, en una cifra en torno a los ocho mil millones de habitantes, en
lugar de mantener la actual trayectoria que probablemente nos situará en los
nueve mil millones o más en el año 2050». Podemos hablar así de la necesidad de
una “Nueva cultura demográfica”, tan necesaria para la sostenibilidad como la
“Nueva cultura energética”, la “Nueva cultura del agua”, etc.
Una cultura demográfica que tenga en cuenta la estrecha vinculación de los
problemas y su carácter glocal (a la vez global y local), evitando los
planteamientos localistas y a corto plazo, lo que obliga a transformar la
actual pirámide poblacional, con muchos más jóvenes que ancianos – insostenible
porque exige el crecimiento permanente de la población en un cilindro de
crecimiento cero con números similares de seres humanos en los distintos grupos
de edad.
Reducción de la pobreza
Según el Banco Mundial, el total de seres humanos que vive
en la pobreza más absoluta, con un dólar al día o menos, ha crecido de 1200
millones en 1987 a 1500 en la actualidad y, si continúan las actuales
tendencias, alcanzará los 1900 millones para el 2015. Y casi la mitad de la
humanidad no dispone de dos dólares al día.
«La pobreza no se define exclusivamente en términos
económicos también significa malnutrición, reducción de la esperanza de vida,
falta de acceso a agua potable y condiciones de salubridad, enfermedades,
analfabetismo, imposibilidad de acceder a la escuela, a la cultura, a la
asistencia sanitaria, al crédito o a ciertos bienes».
La reducción de la pobreza y la universalización de los
Derechos Humanos se convierten así en una necesidad absoluta para la
supervivencia de la especie humana y aunque sólo sea por egoísmo inteligente es
preciso actuar, porque la prosperidad de un reducido número de países no puede
durar si se enfrenta a la extrema pobreza de la mayoría.
Esta pobreza extrema está vinculada al conjunto de problemas
que caracterizan la situación de emergencia planetaria, desde la degradación de
los ecosistemas o el agotamiento de los recursos a la explosión demográfica y
se traduce en enfermedades, hambre literal y, en definitiva, en baja esperanza
de vida.
Se precisa por ello una auténtica movilización ciudadana y
la participación en todo tipo de acciones como la denominada Campaña Pobreza
Cero o las relacionadas con la Ayuda al Desarrollo, la cancelación de la Deuda
Externa, la extensión de los programas de microcréditos, basados en la
experiencia del Grameen Bank impulsado por Muhammed Yunus (Premio Nobel de la
Paz), que pretenden contribuir en la resolución de la “exclusión social”
(pobreza, hambre y marginación social), etc. Es preciso que se haga realidad el
compromiso adquirido por los líderes mundiales en la llamada Cumbre del Milenio
de Naciones Unidas, celebrada en septiembre de 2000, para reducir la pobreza,
la enfermedad, el hambre, el analfabetismo y la degradación del medio ambiente.
Igualdad de género
Hablar de igualdad de sexos o, como es más frecuentemente
aceptado, de igualdad de género, es referirse a un objetivo contra una realidad
de discriminaciones y segregación social. Éste es un problema universal, pero
para comprender mejor los patrones y sus causas, y por lo tanto eliminarlos,
conviene partir del conocimiento de las particularidades históricas y
socioculturales de cada contexto específico. Por consiguiente, es necesario
considerar qué responsabilidades y derechos ciudadanos se les reconocen a las
mujeres en cada sociedad, en comparación con los que les reconocen a los
hombres, y las pautas de relación que entre ellos se establecen.
La enumeración de discriminaciones que hace el PNUD es
interminable: «la pobreza afecta en mayor medida a las mujeres», lo que se
relaciona con «su desigualdad en cuanto al acceso a la educación, a los
recursos productivos y al control de bienes, así como, en ocasiones, a la
desigualdad de derechos en el seno de la familia y de la sociedad». Esa
discriminación va más allá de las leyes: «Allí donde los derechos de las
mujeres están reconocidos, la pobreza (con el analfabetismo que conlleva) a
menudo les impide conocer sus derechos». Por otra parte, en los países
industrializados, pese haber logrado, no hace mucho, la igualdad legal de
derechos «se sigue concediendo empleos con mayor frecuencia y facilidad a los
hombres, el salario es desigual y los papeles en función del sexo son aún
discriminatorios»
Con menos oportunidades educativas y económicas que los
hombres, lógicamente las mujeres tienden a padecer hambre y mayores
deficiencias en la nutrición. Se habla por ello de «feminización de la pobreza»
La erradicación de la discriminación de las mujeres entronca
así con los objetivos de la educación para la sostenibilidad, de la reducción
de la pobreza y, en definitiva, de la universalización de los derechos humanos.
El tercer objetivo de Desarrollo del Milenio desafía la
discriminación contra la mujer y busca asegurar que las niñas, como los niños,
tengan el derecho a la escolarización. Los indicadores relacionados con este
objetivo buscan medir el progreso hacia la mayor alfabetización de la mujer,
hacia la mayor participación y representación de ésta en la política y en la
toma de decisiones de los Estados y hacia la mejora de las perspectivas de
empleo. Así y con todo, el tema de la igualdad de género no se limita a un solo
objetivo sino que se aplica a todos ellos. Sin progreso hacia la igualdad de
género y sin la capacitación de la mujer, no se alcanzará ninguno de los
objetivos de desarrollo del milenio»
Así, el año 2009, UNFPA (Fondo de Población de Naciones
Unidas) dedicó el día Mundial de Población a incentivar la inversión en
educación y salud para las mujeres y las niñas, como paso necesario para
avanzar en la disminución de la pobreza, la universalización de los derechos
humanos y la igualdad de género.
Contaminación sin fronteras
El problema de la contaminación es uno de los primeros que
nos suele venir a la mente cuando pensamos en la situación del mundo, puesto
que la contaminación ambiental hoy no conoce fronteras y afecta a todo el
planeta.
La mayoría de los ciudadanos percibimos ese carácter global
del problema de la contaminación; por eso nos referimos a ella como uno de los
principales problemas del planeta. Pero conviene hacer un esfuerzo por
concretar y abordar de una forma más precisa las distintas formas de
contaminación y sus consecuencias.
Todo ello se traduce en una grave destrucción de ecosistemas
y pérdidas de biodiversidad.
La contaminación de suelos y aguas producida por unos
productos que, a partir de la Segunda Guerra Mundial, produjeron una verdadera
revolución, incrementando notablemente la producción agrícola. Nos referimos a
los fertilizantes químicos y a los pesticidas que junto a la gran maquinaria
hicieron posible la agricultura intensiva, de efectos muy negativos a medio y
largo plazo, En efecto, la utilización de productos de síntesis para combatir
los insectos, plagas, malezas y hongos aumentó la productividad pero, como
advirtió la Comisión Mundial del Medio Ambiente y del Desarrollo (1988), su
exceso amenaza la salud humana y la vida de las demás especies.
Todo ello evidencia una falta total de ética... y de visión,
porque los problemas ambientales no conocen fronteras y estas graves
contaminaciones nos afectarán a todos, como ha ocurrido con la destrucción de
la capa de ozono.
Esto hace muy peligrosa la exposición al Sol en amplias
zonas del planeta, provocando un serio aumento de cánceres de piel, daños
oculares, llegando incluso a la ceguera, disminución de defensas inmunológicas,
aumento de infecciones, etc. Y también afecta al clima, ya que la capa de ozono
es reguladora de la temperatura del planeta. Afortunadamente, la comprensión
del grave daño que su uso generaba de una forma acelerada hizo posible el
acuerdo internacional para la reducción del consumo de los CFC: desde 1987
dicho consumo se ha reducido en más del 40%, pero seguimos pagando las
consecuencias de las miles de toneladas ya emitidas.
Hoy, afortunadamente, existe ya un “Convenio de Estocolmo”
que, además de tener entre sus metas reducir y llegar a eliminar totalmente
doce de los COP más tóxicos, prepara el camino para un futuro libre de COP, al
tiempo que asistimos a un creciente desarrollo alternativo de biopesticidas y
biofertilizantes, dentro de una orientación denominada “Biomímesis”, que busca
inspirarse en la naturaleza para avanzar hacia la sostenibilidad.
Consumo responsable
Es preciso evitar el consumo de productos que dañan al medio
ambiente por su alto impacto ambiental, es preciso ejercer un consumo más
responsable, más basado en los productos locales -como preconizan, por ejemplo,
el “Local Food Movement” o el movimiento “slow”- en la agricultura
agroecológica, etc. Un consumo alejado de la publicidad agresiva que nos empuja
a adquirir productos inútiles o exóticos y que a menudo se viste engañosamente
de verde (incurriendo en lo que se ha denominado “Greenwashing”). Es preciso,
además, ajustar ese consumo a las reglas del comercio justo, que implica
producir y comprar productos con garantía de que han sido obtenidos con
procedimientos sostenibles, respetuosos con el medio y con las personas...
Corrientes como “Nueva cultura del agua”, “Nueva cultura energética”, “Nueva
cultura de la movilidad” o “Nueva cultura urbana”, expresan la necesidad y
posibilidad de estos cambios en los patrones de consumo y gestión de los
recursos. Pero aunque todo esto es necesario, no es suficiente para sentar las
bases de un futuro sostenible. Es necesario también abordar otros problemas
relacionados como el crecimiento realmente explosivo que ha experimentado en
muy pocas décadas el número de seres humanos.
Turismo sostenible
La problemática del turismo está estrechamente ligada a la
del consumo responsable, porque al igual que muchas de las cosas que hacen
posible nuestro trabajo, o que dan sentido a nuestras vidas, hacer turismo
exige consumo.
Los datos acerca de las consecuencias del turismo son
contradictorios. Por una parte tenemos claras repercusiones positivas: creación
de empleo, incremento de ingresos económicos, evitar
Puede decirse, pues, que el turismo, tal como se está
realizando actualmente, no es sostenible. Pero esto es consecuencia, como en el
caso de otros muchos problemas, de una búsqueda de beneficios inmediatos, que
impulsa a la masificación y a la destrucción de recursos.
«El turismo sostenible atiende a las necesidades de los
turistas actuales y de las regiones receptoras y al mismo tiempo protege y
fomenta las oportunidades para el futuro. Se concibe como una vía hacia la
gestión de todos los recursos de forma que puedan satisfacerse las necesidades
económicas, sociales y estéticas, respetando al mismo tiempo la integridad
cultural, los procesos ecológicos esenciales, la diversidad biológica y los
sistemas que sostienen la vida».
Esta definición de turismo sostenible (turismo responsable,
ecoturismo, turismo “slow”...), se ha traducido en la consideración de una
serie de requisitos que la OMT (1994) considera fundamentales para la
implantación de la Agenda 21 en los centros turísticos:
• La minimización de los residuos.
• Conservación y gestión de la energía.
• Gestión del recurso agua.
• Control de las sustancias peligrosas.
• Transportes.
• Planeamiento urbanístico y gestión del suelo.
• Compromiso Medioambiental de los políticos y de los
ciudadanos.
• Diseño e programas para la sostenibilidad.
• Colaboración Para el desarrollo turístico
Derechos humanos y sostenibilidad
La preservación sostenible de la especie humana en nuestro
planeta exige la libre participación de la ciudadanía en la toma de decisiones
(lo que supone la universalización de los Derechos humanos de primera
generación) y la satisfacción de sus necesidades básicas (Derechos de segunda
generación). Pero esta preservación aparece hoy como un derecho en sí mismo,
como parte de los llamados
Derechos humanos de tercera generación, que se califican
como derechos de solidaridad «porque tienden a preservar la integridad del ente
colectivo»
Si queremos avanzar hacia la sostenibilidad de las
sociedades, hacia el logro de una democracia planetaria o cosmopolita, será
necesario reconocer y garantizar otros derechos, además de los civiles y
políticos, que aunque constituyen un requisito imprescindible son
insuficientes. Nos referimos a la necesidad de contemplar también la
universalización de los derechos económicos, sociales y culturales, no
“Derechos humanos de segunda generación”. (Vercher, 1998).
Diversidad cultural
En el tema de la diversidad cultural o etnodiversidad se
incurre en este biologismo cuando se afirma, como hace Clément (1999), que «El
aislamiento geográfico crea la diversidad. De un lado, la diversidad de los
seres por el aislamiento geográfico, tal es la historia natural de la
naturaleza; del otro, la diversidad de las creencias por el aislamiento
cultural, tal es la historia cultural de la naturaleza». Esa asociación entre
diversidad y aislamiento es, desde el punto de vista cultural, cuestionable:
pensemos que la vivencia de la diversidad aparece precisamente cuando se rompe
el aislamiento; sin contacto entre lugares aislados solo tenemos una pluralidad
de situaciones cada una de las cuales contiene escasa diversidad y nadie puede
concebir (y, menos, aprovechar) la riqueza que supone la diversidad del conjunto
de esos lugares aislados.
Por la misma razón, no puede decirse que los contactos se
traducen en empobrecimiento de la diversidad cultural. Al contrario, es el aislamiento
completo el que supone falta de diversidad en cada uno de los fragmentos del
planeta, y es la puesta en contacto de esos fragmentos lo que da lugar a la
diversidad. Es necesario, pues, cuestionar el tratamiento de la diversidad
cultural con los mismos patrones que la biológica. Y ello obliga a preguntarse
si la diversidad cultural es algo tan positivo como la biodiversidad.
Cambio climático: una innegable y preocupante realidad
A finales de 1990, se celebró la Segunda Conferencia Mundial
sobre el Clima, reunión clave para que Naciones Unidas arrancara el proceso de
negociación que condujese a la elaboración de un tratado internacional sobre el
clima.
Hoy, tras décadas de estudios, no parece haber duda alguna
entre los expertos acerca de que las actividades humanas están cambiando el
clima del planeta. Ésta fue, precisamente, la conclusión de los Informes de
Evaluación del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC
http://www.ipcc.ch/), organismo creado en 1988 por la Organización
Meteorológica Mundial y el Programade las Naciones Unidas para el Medio
Ambiente, con el cometido de realizar evaluacionesperiódicas del conocimiento
sobre el cambio climático y sus consecuencias. Hasta el momento, elIPCC ha
publicado cuatro informes de Evaluación, en 1990, 1995, 2001 y 2007, dotados
del máximo reconocimiento mundial. El día 2 de febrero de 2007 se hizo público,
con un notable y merecido impacto mediático, el IV Informe de Evaluación del
Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), organismo científico de
Naciones Unidas.
Biodiversidad
La preocupación no viene por el hecho de que desaparezca
alguna especie, sino porque se teme que estamos asistiendo a una masiva extinción
(Duarte Santos, 2007) como las otras cinco que, según Lewin (1997), se han dado
a lo largo de la evolución de la vida, como la que dio lugar a la desaparición
de los dinosaurios. Y esas extinciones han constituido auténticos cataclismos.
Lo que preocupa, pues, y muy seriamente, es la posibilidad de provocar una
catástrofe que arrastre a la propia especie humana (Diamond, 2006). Según
Delibes de Castro, «diferentes cálculos permiten estimar que se extinguen entre
diez mil y cincuenta mil especies por año. Yo suelo citar a Edward Wilson, uno
de los ‘inventores’ de la palabra biodiversidad, que dice que anualmente
desaparecen veintisiete mil especies, lo que supone setenta y dos diarias y
tres cada hora (…) una cifra fácil de retener. Eso puede representar la
pérdida, cada año, del uno por mil de todas las especies vivientes.
A ese ritmo, en mil años no quedaría ninguna (incluidos
nosotros)» (Delibes y Delibes, 2005). En la misma dirección, Folch (1998) habla
de una homeostasis planetaria en peligro, es decir, de un equilibrio de la
biosfera que puede derrumbarse si seguimos arrancándole eslabones: «La
naturaleza es diversa por definición y por necesidad. Por eso, la biodiversidad
es la mejor expresión de su lógica y, a la par, la garantía de su éxito».
Urbanización y sostenibilidad
La palabra ciudadano se ha convertido casi en sinónimo de
ser humano… hablamos de civismo, de educar en la ciudadanía, de derechos y
deberes de los ciudadanos… la ciudadanía y, por tanto, la ciudad, aparecen como
una conquista clave de los seres humanos. Y en ese sentido, tan ciudadanos son
los habitantes de una gran ciudad como los de una pequeña población rural. Pero
sabemos que la atracción de las ciudades, del mundo urbano, sobre el mundo
rural tiene razones poderosas y en buena parte positivas. Como afirma Folch,
«las poblaciones demasiado pequeñas no tienen la masa crítica necesaria para
los servicios deseables». La educación, la sanidad, el acceso a trabajos mejor
remunerados, la oferta cultural y de ocio… todo llama hacia la ciudad en busca
de un aumento de calidad de vida.
Nueva cultura del agua
El agua ha sido considerada comúnmente como un recurso
renovable, cuyo uso no se veía limitado por el peligro de agotamiento que
afecta, por ejemplo, a los yacimientos minerales. Los textos escolares hablan,
precisamente, del “ciclo del agua” que, a través de la evaporación y la lluvia,
devuelve el agua a sus fuentes para engrosar los ríos, lagos y acuíferos
subterráneos… y vuelta a empezar.
Y ha sido así mientras se ha mantenido un equilibrio en el
que el volumen de agua utilizada no era superior al que ese ciclo del agua
reponía. Pero el consumo de agua se ha disparado: a escala planetaria el
consumo de agua potable se ha venido doblando últimamente cada 20 años, debido
a la conjunción de los excesos de consumo de los países desarrollados (ver
Consumo responsable) y del crecimiento demográfico, con las consiguientes
necesidades de alimentos.
El problema del agua aparece así como un elemento central de
la actual situación de emergencia planetaria (Vilches y Gil, 2003) y su
solución –que exige el reconocimiento del derecho fundamental de todo ser
humano a disponer de, por lo menos, 20 litros de agua potable diarios (Bovet,
2008, pp. 52-53)– sólo puede concebirse como parte de una reorientación global
del desarrollo tecnocientífico, de la educación ciudadana y de las medidas
políticas para la construcción de un futuro sostenible, superando la búsqueda
de beneficios particulares a corto plazo y ajustando la economía a las
exigencias de la ecología y del bienestar social global.
Gobernanza universal. Medidas políticas para la
sostenibilidad
Vivimos una grave situación de emergencia planetaria que
obliga a pensar en un complejo entramado de medidas, tecnológicas, educativas y
políticas, cada una de las cuales tiene carácter de conditio sine qua non, sin
que ninguna de ellas, por sí sola, pueda resultar efectiva, pero cuya ausencia
puede anular el efecto de las que sí se apliquen: se ha comprendido, en efecto,
que no basta con plantear tecnologías para la sostenibilidad o una educación
para la sostenibilidad; son precisas igualmente medidas políticas que
garanticen las auditorias ambientales, la protección de la diversidad biológica
y cultural, la promoción de tecnologías sostenibles mediante políticas de I + D
y una fiscalidad verde que penalice los consumos y actuaciones contaminantes,
etc…
Pero tampoco basta con políticas locales o estatales; hemos
de reconocer que no es posible abordar solo localmente problemas como una
contaminación sin fronteras, el cambio climático, el agotamiento de recursos
vitales, la pérdida de biodiversidad o la reducción de la pobreza y la
marginación, que afectan a todo el planeta (Duarte, 2006).
El concepto de gobernanza no es familiar para muchos de
nosotros, pero el Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia lo
incluye, en sus últimas ediciones, definiéndolo como
“Arte o manera de gobernar que se propone como objetivo el
logro de un desarrollo económico, social e institucional duradero, promoviendo
un sano equilibrio entre el Estado, la sociedad civil y el mercado de la
economía”. Sería preferible, pensamos, una definición más simple y menos
condicionada por expresiones como “Estado” (¿acaso sólo se puede hablar de
gobernanza en un ámbito estatal?) o “mercado de la economía”. Bastaría, en
nuestra opinión, referirse a la gobernanza como manera de gobernar que se
propone como objetivo el logro de un futuro sostenible (o “duradero”). Lo
esencial, sin embargo, más allá de estos matices, es que este nuevo concepto
supone el reconocimiento de la necesidad de asociar la idea de desarrollo
sostenible a medidas políticas, a medidas de gobierno y, en particular, de
gobernanza universal, entendida como “Arte o manera de gobernar que se propone
como objetivo el logro de un futuro sostenible”.
REFERENCIAS:
Vilches, A., Macías, O. y Gil Pérez, D. (2011). Década de
la educación para la sostenibilidad. Temas de acción clave. (Documento de
trabajo No.1). Disponible en:http://oei.es/DOCUMENTO1caeu.pdf
No hay comentarios.:
Publicar un comentario